Agencia de Noticias UPB - Medellín. En un país como Colombia, con casi cincuenta millones de habitantes, el acceso a la educación superior para los jóvenes pertenecientes a zonas rurales del país parece una utopía. Y es que, según una investigación realizada en el 2021 por la universidad de La Salle, solamente un 2 % de los jóvenes rurales pueden acceder a un pregrado, haciendo que el destino de millones de jóvenes se presente como una figura inamovible.
Pese a esto, para cinco jóvenes de las zonas rurales de Antioquia el anhelo de acceder a la educación superior dejó de ser quimera y se convirtió en realidad gracias a un convenio entre la Universidad Pontificia Bolivariana y la Federación Nacional de Cafeteros, que otorgó cinco becas para familias caficultoras de Antioquia.
“Cinco becas del 100 % para familias caficultoras” anunciaba un estado de WhatsApp sin que Mariam Ortega, joven campesina por tradición y orgullo, se pudiera imaginar que, meses después, una de estas becas sería para ella.
Tras graduarse de un pequeño colegio rural, ubicado en el municipio de Maceo, Antioquia, Mariam empezó a buscar oportunidades de estudio mientras que su padre, Wilmar Orrego, caficultor de oficio, la animaba con la vehemencia que caracteriza a los corazones campesinos. Tal vez por eso, al enterarse de la convocatoria, y sin creer realmente en sus posibilidades, la joven envió los documentos que se requerían para postular a una de las becas que ofrecía la Federación de Cafeteros en conjunto con la UPB.
Después de postularse, el silencio de los siguientes cuatro meses auguraba la decepción, hasta que, un dos de diciembre, Mariam volvió a tener noticias. Una llamada le informaría que había sido una de las seleccionadas para la entrevista inicial: “El día de la entrevista me desperté a las 5 de la mañana, aunque la entrevista era a las 8, me acuerdo que casi no nos conectamos porque no tenía internet y tocaba con datos. Ese día estaba muy nerviosa, pero contesté todo”, relató Mariam.
Al finalizar la entrevista, y sin un motivo claro, la joven empezó a llorar y solo un día después, y mientras le ayudaba a su papá en su trabajo de construcción, recibió otra llamada donde le informaban que había sido una de las cinco beneficiadas. “Mis papás y yo empezamos a llorar y gritar. Ese día quedamos como en un sueño, ya ninguno podía con la emoción entonces no pudimos ni trabajar”, agregó la joven.
La noticia se difundió rápido, por lo que mucha gente intentó convencerla de que no podría asumir un reto de tal magnitud, pero Mariam nunca dudó, sabía que estudiaría Negocios Internacionales en la Universidad Pontificia Bolivariana, tal y como lo había soñado siempre.
Ahora, después de instalarse en la ciudad y empezar clases, Mariam sueña con convertirse en una profesional, llevar a su familia a recorrer el mundo, permitirle estudiar a su papá y darle un buen ejemplo a su hermana menor.
“Yo respiro campo”, dice con orgullo Santiago León Gómez, un joven de 28 años oriundo de Ebéjico, Antioquia, que desde siempre tuvo el sueño de estudiar, pero a quien la violencia armada del país le arrebató la oportunidad.
Mientras se encontraba en un fortalecimiento de liderazgo realizado por la UPB en el municipio de Venecia, que reunió a los líderes gremiales para empoderarlos en temas cafeteros, a Santiago le contaron sobre el convenio que permitiría ofrecer las becas. “Cuando me contaron fue la mejor noticia que me pudieron haber dado, aunque igual yo lo veía imposible porque Antioquia es muy grande. Yo confiaba en mi potencial, pero no tenía muchas esperanzas”, agregó el joven.
Y así, sin tener muchas esperanzas en un inicio, poco a poco se convenció de que una de estas becas sería para él, o por lo menos lo intentaría con las mismas ganas con las que cada día se levantaba para trabajar el campo y ofrecerle a su familia unas mejores condiciones de vida, intentando escalar en la caficultura. “Me acuerdo que mi mamá no estaba segura cuando le conté, pero yo le dije: mamá una de esas becas es para mí y no importa cuantos se hayan postulado, si Dios quiere que una de esas sea para mí, será para mí y ya”, relató Santiago.
Tras recibir la noticia de ser uno de los seleccionados para la entrevista, el joven se preparó y al finalizarla, sintió que había logrado conectar con los entrevistadores. Ese mismo día, a las 7 de la noche, recibió una llamada, “Santiago, te damos la noticia de que una de estas becas es para ti”, escuchó decir antes de que la euforia se apoderara de sus padres, quienes también escuchaban la llamada.
Habiendo elegido Ingeniería Agroindustrial, y después de que la emoción se disipó, llegó la duda. Y es que, pese a que su sueño siempre había sido convertirse en ingeniero, desde siempre el joven se había encargado de aportar con su trabajo a la economía de su casa, además, esto también significaría un cambio para su esposa y su hijo, de tan solo dos años.
Pese al temor inicial, tomó la oportunidad como un regalo de la vida, no solo para él sino también para su familia. Ahora, Santiago espera poder con su carrera retribuirle algo al oficio que tanto ama: la caficultura.
Juliana creció en una pequeña vereda llamada El Cedro, en Amagá, Antioquia. Alejada de la ciudad y de su caótico trajín, la joven se acostumbró a la tranquilidad del campo. Pese a esto, su mayor anhelo siempre fue acceder a la universidad, aunque esto significara un cambio trascendental en su vida.
Al enterarse de las becas ofrecidas por la Federación Nacional de Cafeteros y la UPB, no lo dudó, y es que, desde que terminó el bachillerato, en el año 2019, su sueño siempre fue estudiar comunicación social y periodismo, aunque nunca proyectó esto como una posibilidad real.
Cuando en diciembre le notificaron que tendría la entrevista inicial, Juliana estaba nerviosa, pero solo una hora después la llamaron. “Fue tanta la alegría que, hasta mi vecina, que estaba en mi casa, se puso a llorar conmigo”, añadió Juliana.
Al llegar a la ciudad, Juliana se encontró con un panorama diferente al campo, que le causaba curiosidad y temor en una misma medida. “La ciudad es complicada y muy diferente al campo. De hecho, al principio pensé que no sería capaz de estudiar en la UPB porque la educación en el campo es muy diferente. Yo veía que mis compañeros estaban muy adelante y tenían conocimientos que yo no tenía, entonces me frustraba y lloraba, pero este era mi sueño y yo sabía que debía aprovechar esta oportunidad”, puntualizó la joven.
Ahora, espera poder finalizar sus estudios y sueña con poder ayudar a jóvenes como ella, “quisiera con mi carrera poder aporta a un cambio en mi comunidad y poder contribuir a una mejor educación porque son muy pocos los que pueden acceder a la universidad”.
“Paula, la Federación de Cafeteros y la UPB están dando unas becas. Vaya y saque las notas del colegio para que se inscriba”, le contó su papá emocionado. Paula atendió a su solicitud y ese mismo día se dirigió hasta Urrao, Antioquia, para obtener el certificado de sus notas.
Oriunda de Altamira, Betulia, siempre fue una joven aplicada a sus estudios y con ganas de salir adelante. Al enviar su postulación, tuvo el aliento de su familia, que jamás dudo en que sus capacidades podrían llevarla lejos. Y es que, desde su infancia, su padre inculcó en ella y su hermana la importancia de estudiar. “Mi papá nos decía: yo de pronto no les daré muchos lujos, pero yo voy a tratar de darles estudios porque es lo único que les va a quedar a ustedes y no quiero que ustedes dependan de un hombre, quiero que sean independientes y que lo que tengan sea resultado de su esfuerzo”, contó Paula.
Después de postularse, pasaron dos meses sin noticias, hasta que le informaron que tendría la entrevista. Paula estaba nerviosa y su internet fallaba, pero sus palabras eran elocuentes y sinceras. Ese mismo día, en las horas de la noche, le avisaron que había sido seleccionada. Su padre, que presenciaba la escena, lloró al saber que todo su esfuerzo había tenido resultado.
Ahora, Paula espera sacar adelante su carrera de Negocios Internacionales para poder contribuir desde su profesión a un cambio en el país. “Quise estudiar porque conozo la dificultad que implica no tener una carrera profesional. Sé que a futuro estudiar me permitirá tener un empleo fijo, recibir un sueldo y no tener que trabajar en el sol y en la lluvia, porque eso es algo muy difícil”, añadió Paula.
Por: Yessica Pérez Gómez - Agencia de Noticias UPB
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