Agencia de Noticias UPB – Medellín. Tras las diferentes situaciones que se han tenido que vivir a raíz del COVID-19, cada vez son más las discusiones en torno a qué acciones son, en realidad, las más adecuadas para la salud pública, el bien colectivo y la humanidad. Frente a este escenario, una disciplina se ha destacado para orientar las decisiones del personal médico, las instituciones y el mismo Gobierno: la bioética.
La bioética, de acuerdo a Gloria Patricia Naranjo Ramírez, doctora en bioética y biojurídica, y coordinadora de la maestría de Bioética y bioderecho de la UPB, es el puente que conecta a la ciencia y el humanismo. Según la doctora, esta es una disciplina que orienta y reflexiona sobre situaciones que plantean dilemas de alta complejidad en el mundo científico, económico, ecológico, social, cultural y jurídico.
La bioética no solo responde a los problemas médicos que se están presentando como el triage, sino también la comunicación en salud, el duelo y manejo de los cadáveres, la investigación en humanos en cuanto a vacunas y tecnología hospitalaria, los derechos de comunidades minoritarias, la recolección de datos de carácter sensible y el derecho de la libre movilidad.
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Debido al panorama actual, la bioética ha tenido que dar respuestas casi inmediatas; respuestas que, por desconocimiento, se piensan son injustas o sin fundamentos. Sin embargo, la doctora Naranjo explicó que las decisiones en bioética parten de los principios de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la Unesco.
Si bien existen muchos valores en la bioética que se han tenido que considerar tras la pandemia, el caso que más abruma a los ciudadanos, como sujetos, es la priorización de lo colectivo sobre lo individual en cuanto a la vida y la muerte.
La presidente del Comité de Bioética para la Atención de la Pandemia en Medellín y Antioquia comentó que esto se debe a que, como los avances tecnológicos en la medicina han mostrado que pueden ayudar a que la vida de un paciente se prolongue, se ha creado la mentalidad de que el médico salva vidas; pero esto ha sido malinterpretado.
Esta imagen del médico que todo lo puede curar ha hecho que se interprete como negligencia profesional el hecho de no poder dar una solución ante un problema de salud. Y actualmente, con un virus que es de conocimiento público de que no existe una cura para tratarlo, es mucho menos probable que un profesional de la salud pueda “salvar la vida”.
Como lo mencionó la doctora Stella, el médico no es un dios, es una persona que se pone al servicio de la humanidad con un conocimiento que ayuda a disminuir el sufrimiento y mejorar la calidad de vida; pero sus actos no son de magia ni tampoco tiene control sobre el poder divino. Si se comprendiera esto, tal vez las personas serían más empáticas frente al rol del médico y la enfermera y podrían asimilar mejor el destino que puede tener un amigo o familiar que contrajo el virus.
Teniendo claro este panorama, y que al no tener cura muchas personas van a morir, la situación se dirige entonces hacia otro problema que sucede en los hospitales: falta de recursos para atender a toda la población; y llega el dilema de ¿a quién le doy prioridad para una cama?
Stella manifestó que, desde la bioética, “lo que tenemos que empezar a analizar realmente, con calma, es cuáles son las personas que creemos que sí se van a beneficiarse de un tratamiento y que sí vamos a lograr que ese resultado se prolongue en el tiempo”.
Esta prioridad no se da por edad, como muchas personas creen y han difundido. La prioridad se da en cuanto al que tenga mayor probabilidad de salir sano y salvo del tratamiento. Ante un escenario de un joven de 20 años con un cáncer metastásico o un adulto mayor de 75 que no presenta ninguna comorbilidad, el análisis favorece al adulto mayor. “Mi función como médica es que, cuando tengo un recurso escaso, debo tratar que lo reciban aquellas personas que se puedan beneficiar de él”, detalló la médica, agregando que “ahí es donde tenemos que entender que yo no escojo una vida sobre otra, es que yo miro dos personas y evaluó quién es la que más probabilidades tiene de beneficiarse de este tratamiento”.
Es importante aclarar que en estas decisiones el profesional de salud también debe evaluar que la persona no solo sobreviva, sino que quede con la menor cantidad de lesiones, daños o secuelas en su organismo que le permitan continuar con su vida; no podemos dejar el sufrimiento de lado y considerar que la muerte es el único problema.
Sin embargo, y a pesar de que la muerte es un tema que atemoriza a la humanidad, Stella Navarro comentó que a pesar del dolor y la ansiedad que ha ocasionado el virus, esta es la pandemia más benévola para la historia.
Esto no es una invitación al desorden, como lo aclaró la presidente, sino un llamado a seguir siendo responsables. Responsabilidad al cuidarse con las normas que se han establecido desde el Gobierno y responsabilidad al decidir sobre cómo actuar frente a futuras soluciones como la vacuna que, si bien no es obligatoria, es un acto de solidaridad y respeto a la vida propia y de los demás.
Por Laura Gómez Londoño. Agencia de Noticias UPB.
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