Agencia de Noticias UPB - Medellín. Empieza el día en Gambia. La pequeña nación de África Occidental recibe el sol pasadas las 7:00 am, pero en la residencia del hospital Sibanor Health Center ya hace rato todos se han despertado. La quietud de los primeros rayos dura poco, pronto empezará el turno en el hospital y con este el distintivo trajín que acompaña las labores médicas. Se preparan Santiago Ramirez y Pedro Hernández, estudiantes de UPB, y Susana Villegas, estudiante del CES, quienes viajaron desde Colombia con la pasión que caracteriza a los aprendices.
Dos meses atrás en las aulas de la Universidad Pontificia Bolivariana, la idea de viajar a Gambia se contaba de forma anecdótica. José Mauricio Hernandez Sarmiento, doctor y docente de la Facultad de Medicina de la UPB, se preparaba para realizar una inmersión médica a un país con condiciones sanitarias tan difíciles y similares a la de los territorios olvidados de Colombia. La idea resonó en tres de sus estudiantes, quienes, en aquel entonces, cursaban cuarto semestre y participaban en el grupo de proyección social Piraguas, liderado por el docente Mauricio Hernandez. En los jóvenes hace ya tiempo se había despertado la profunda idea que su docente les inspiraba, la de la medicina como labor capaz de entregarle un mejor mañana a las comunidades.
Los jóvenes han investigado lo suficiente sobre el país, se ha tomado la decisión y se preparan los asuntos burocráticos relacionados al viaje. El reto ya no se encuentra en los 6700 km de distancia a recorrer, sino en la capacidad de ingenio para conseguir los recursos económicos necesarios. En noviembre de 2022, tan solo un mes antes de viajar, los estudiantes deciden iniciar una recolecta por la plataforma GoFundMe, donde consiguen 1300 dólares para gastos de estadía. Ahora, con el dinero exacto y el corazón ansioso, solo hace falta abordar el avión que los llevara al pequeño país africano.
Poco o nada se habla de Gambia, como si fuera un secreto esperando el día para ser descubierto. La causalidad del silencio puede deberse a su ínfimo territorio, a su reciente surgimiento o a su particular contexto geopolítico. El país, de tan solo 48 kilómetros de ancho, se encuentra rodeado por el río Gambia, a quien debe su nombre, y pese a ser un país pequeño, de tan solo 2,64 millones habitantes, este se ha destacado por su resiliencia y compromiso en temas de carácter social y ambiental, luchando por mantenerse en medio de una situación económica absurda y precaria.
El 9 de diciembre de 2022 Gambia, o más bien los gambianos, reciben al docente y a sus estudiantes amablemente. Siendo uno de los pocos países con paz interna, la calma de sus calles les permite arrojar a la basura su idea primigenia sobre el país. Su labor es necesaria e inmediata, así que el turismo no es una opción. Mauricio y sus estudiantes se preparan para la experiencia que meses después contarán con una sonrisa.
En el hospital de primer nivel la jerarquía típica de la medicina occidental no tiene validez. Las enfermeras, ágiles comadronas, bondadosas cuidadoras e inteligentes terapeutas, manejan el hospital con admirable capacidad. Santiago, Pedro y Susana cuentan con lo básico para la atención de los pacientes, pero han descubierto en esa simpleza una forma organizada y eficiente de prestar sus servicios. Así, junto al acompañamiento de José Mauricio y de la directora y única médica del hospital, Dra. Mariatou Jallow, realizan todo el conjunto de labores que en condiciones normales se le permitirían únicamente a un profesional: evalúan, ingresan, trasladan y siguen la evolución de los habitantes de la región, quienes en su mayoría se dedican a la agricultura.
Pronto los estudiantes y el docente adquieren la implícita necesidad de trasgredir la rigidez de su labor médica, para dar inicio a una inmersión comunitaria que se convertirá en una característica fundamental de su trabajo. Aquella necesidad surge no solo por la cercanía y amabilidad característica de los gambianos, sino también por la existencia de una barrera idiomática en la que se conviven unos 11 idiomas y que se presenta como reto a superar. La relación cercana con la comunidad les permite entender las aristas que rodean las situaciones patológicas, en las que la cultura juega un papel muy importante.
En esta experiencia aprendí que nosotros no estamos atendiendo una enfermedad, sino que estamos atendiendo a una persona que tiene una enfermedad, y para poder atender bien a esa persona y poder darle un buen manejo, que es lo mínimo que esa persona se merece, se debe poder entender su contexto y su entorno”, agrega Pedro Miguel Hernández, estudiante de medicina.
No hay mayores recursos, pero el orden permite que exista una eficiencia que cualquier hospital de quinto nivel envidiaría. Existe un cronograma fijo que la comunidad se ha aprendido y que respeta con devoción. Los estudiantes, el docente y el resto del equipo del hospital se reúnen a las 7:40 para rezar. Las labores se reparten dependiendo del día: lunes, atención a enfermedades crónicas; martes, atención a madres gestantes; miércoles, atención pediátrica.
Niños quemados, madres en labor de parto, pacientes con enfermedades infecciosas. Cada caso es único y se atiende con la humildad necesaria para el aprendizaje, pero con la determinación fundamental para la labor médica. Esta determinación, en concordancia con el cariño que les despiertan los pacientes, termina generando un interés por darle solución a casos que parecen un imposible. Reflejo de esto es Saryo, a quien los estudiantes describen como una niña dulce, de tan solo 14 años, a quien una enfermedad que es considerada simple le generó una falla cardiaca.
6 meses antes de la llegada de José Mauricio y sus estudiantes, Saryo presentó una fiebre reumática que terminó por generarle la falla de la que ahora tenían conocimiento. Supieron de inmediato que el panorama era complicado, pues se requería una operación imposible de realizar en Gambia por falta de tecnología. Existían dos opciones: limitarse a lo que había o volver posible lo imposible. Sin pensarlo, José Mauricio y su equipo emprendieron una búsqueda por conseguir apoyo médico internacional que pudiera ofrecerle una segunda oportunidad, logrando conseguirle una operación fuera del país para el mes de marzo de 2023.
Como Saryo, muchos otros pacientes se han beneficiado de estas incursiones médicas, además de ofrecerle a los estudiantes nuevas herramientas para el trabajo con las comunidades.
Realmente Saryo no es la primera paciente que hemos apadrinado. Esta es una labor bonita porque en el día a día del médico de hoy no se puede ir más allá. Pero con esta actividad que nosotros hacemos, que hemos realizado en el Chocó y en África, y que algunos pueden incluso criticar, es el resultado de un trabajo conjunto. Desde mi experiencia individual, yo quería estar cerca de los pacientes, esa es la forma en la que he ejercido la carrera y es lo que he intentado trasmitir a los estudiantes que trabajan conmigo”, manifiesta el docente Mauricio José Hernández.
Esta experiencia nos deja muchos aprendizajes. Me he dado cuenta de que nosotros como grupo hemos sacado demasiadas cosas adelante, con un norte claro que es el impacto en salud. Me parece que tenemos unos objetivos muy claros. Se debe entender al paciente como un todo para ejercer correctamente nuestra labor, ahora como estudiantes de medicina, pero en un futuro como médicos profesionales”, agrega Santiago Ramirez, estudiante de Medicina.
Tanto los estudiantes como el docente esperan continuar apoyando las diferentes actividades que se puedan presentar como una oportunidad para crecer humana y académicamente.
“Espero que este tipo de actividades se pueda seguir realizando con el aval de la universidad. Considero que, para los estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Salud, este tipo de experiencias representa un ejercicio positivo para su formación humanista y académica. En este caso la dimensión de esta experiencia es inmensa al visitar otro continente, en donde la expresión cultural y todo lo que deriva de ella genera un entorno distinto al nuestro. Sin embargo, las actividades de investigación y proyección social que hacemos desde el grupo de salud pública de la universidad, hacen un aporte no solo individual, si no también colectivo para la universidad, al compartir los detalles de la experiencia”, concluye Mauricio Hernández.
Por: Yessica Pérez Gómez - Agencia de Noticias UPB.
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